Este documental detalla lo que pasó entre los dos eventos que han moldeado a nuestra generación: el Huracán María en el 2017 y la dimisión del gobernador Ricardo Roselló en el 2019 tras protestas masivas. El sentir de que “solo el pueblo salva al pueblo” nunca se dice palabra por palabra en la película, pero emana de sus imágenes más poderosas.
Esta es una historia que va más allá de una contraposición de la lucha del pueblo y la victoria del pueblo. Se identifican ejemplos de reconstrucción comunitaria entrelazados con evidencia de la intervención extranjera del desastre. Por más chocante que sea ver a un criptocolonizador mientras se burla de una mujer boricua en medio de un debate, lo que permanece en mi mente es una escena aparentemente inocua: un señor mayor habla sobre el árbol de la ceiba. ceiba “Es una de las especies que más sobrevivió el huracán”, dice.
Los temas importantes están presentes: la deuda, la fuga de talentos, los testimonios de todo lo perdido. Sí, la Ley 20/22 estaba presente antes del huracán, pero el capitalismo del desastre milénico trajo una nueva caricatura: la persona de negocios bitcóiner, [mayormente] un hombre blanco inocentemente vestido con ropa de hemp y con dreadlocks. “Teníamos buitres llegando a Puerto Rico ya, el huracán solo trajo a los peliculeros”, dijo le productore Namerrow vía entrevista de Zoom. Aunque la criptotecnología puede ser considerada revolucionaria, estos personajes llegan cargando la espada de doble filo llamada “libertad” (ya sé, da dentera) para justificar su misión. La directora Aldarondo tildó de “caballo de Troya” a la llegada de los bitcóiners a Puerto Rico.
En otra escena, Yaron Brook (actual presidente del consejo de la Fundación Ayn Rand) habla en una conferencia en el área metro. Sin titubeo, motiva a emprendedores a que privaticen a Puerto Rico y que se ganen la vida haciéndolo. “Aquí no es que tengamos exactamente una Stanford, pero…” dice. Sí Yaron, lo sabemos. Yaron.
En un universo paralelo, un miembro de la audiencia le dijo a la directora: “tienen que mostrar esta película en todas las clases de la universidad.” A lo cual Aldarondo respondió: “si no tenemos una universidad, ¿dónde la vamos a mostrar?”
Aunque solo se me hizo un taco en la garganta en un punto, terminé de ver esta película en lágrimas. La escena final es un adiós al Puerto Rico que solíamos conocer y una ceremonia de bienvenida al país que podemos construir. Cuando cerré mi laptop pensé en uno de los pasquines más importantes que he visto en las calles de San Juan:
“Ni gente sin casas, ni casas sin gente” y lo dije en voz alta.