Bad Bunny no va a resolver el colonialismo
Ya va un mes desde que Benito Antonio Martínez lanzó su sexto álbum, DeBÍ TiRAR MáS FOToS. Camille reflexiona sobre lo que el álbum significa para ella en tiempos de conservadurismo extremo
Comencé a escuchar a Bad Bunny en 2017, cuando vivía en “Nueva Yol”. En ese entonces, la canción “Tu No Vive Así” me creaba nostalgia. A pesar de sonar más a trap que al dembow de mi crianza, escuchar a Arcángel y ver el video musical, con los niños en un caserío corriendo “four tracks”, me recordaba a Puerto Rico. Nada que ver con el vecindario lujoso del Bajo Manhattan donde trabajé hace ocho años.
Eso fue antes de los huracanes de 2017, antes de que yo regresara a Puerto Rico, y antes de que Bad Bunny lanzara su primer álbum y se convirtiera en el artista número 1 del mundo.
Aunque mucho ha cambiado, otras cosas no: seguimos con la Junta de Control Fiscal, el Partido Nuevo Progresista domina la política en Puerto Rico, y Donald Trump es nuevamente el presidente de Estados Unidos. [Respiración profunda con suspiro alargado].
Este pasado mes, hemos visto redadas de migrantes arbitrarias, paros en el desembolso de fondos federales necesarios para organizaciones sin fines de lucro, e intentos de privatizar el acceso a la playa, y hasta desmantelar el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Entre los anuncios constantes de políticas fascistas, “DeBÍ TiRAR MáS FOToS” se ha convertido en uno de mis espacios de alegría y gozo. Estos momentos también son necesarios para recargar fuerzas y hacer frente a las políticas que vulneran a nuestras comunidades y a nuestros derechos.
Pero “DeBÍ TiRAR MáS FOToS” no es solo una invitación a la alegría y resistencia boricua. Este disco refleja una parte de Puerto Rico que amerita más atención: el Puerto Rico que se valora, que se autogestiona y que defiende su tierra. En particular, es reflejo de un movimiento en Puerto Rico para reclamar nuestra historia, que incluye la historia de nuestra música.
Cuando regresé a Puerto Rico, en 2018, fui a un bombazo en la Terraza de Bonanza, en Santurce. “Los tambores me llamaron”, le dije a una amistad. Sentía como si los repiques de esos barriles y panderos le confirmaran a mi corazón que hizo bien en regresar a su tierra. Ese bombazo comunitario, abierto a cualquiera, no se daba tan a menudo hace unas décadas. Cuenta el educador y creador de Bomba Evolución, Víctor Emanuelli Náter, en el proyecto Nuestros Tambores, que en los años 70 y 80 se tocaba mucha rumba —cuyo origen es cubano— en las calles. “Ya no se hacían tantos bailes y toques de bomba ni de plena, pero se estaba rumbeando”. La excepción fue el pueblo de Loíza.
En una llamada telefónica, Emanuelli me explicó que, para ese entonces, los grupos de plena y bomba se presentaban en escenarios que proveía el Instituto de Cultura Puertorriqueño y el Departamento de Turismo. Emmanuelli añadió que fueron Don Rafael Cepeda y Ricardo Alegría quienes comenzaron el discurso de que la bomba y la plena son legado de todos los puertorriqueños. Aunque ambos géneros se originaron en las comunidades afrodescendientes, la bomba comenzó siglos antes que la plena. En 1993, el investigador y sus hermanos comenzaron a organizar juntes comunitarios con la intención de “regresar la bomba a la realidad de pueblo”, como se hacía en antaño.
El percusionista ha expresado su deseo de que, antes de que se enseñe congas o timbas, los músicos en Puerto Rico aprendan a tocar el pandero y el barril, instrumentos nacionales que no reciben el mismo reconocimiento que el cuatro. “En la isla, nunca se ha fomentado tanto la enseñanza y la educación de nuestra música; de nuestra cultura”, compartió en la entrevista de Nuestros Tambores.
Desde los 90, el auge por compartir la música típica puertorriqueña en espacios comunitarios ha aumentado. Figuras como Julie Laporte y el Colectivo Umoja han estado rescatando la historia oral en el sur de Puerto Rico. Jesús Cépeda y Dimas Sánchez publicaron el libro Ritmos Afro Puertorriqueños. Además, se han cultivado espacios como el Batey Comunitario de La Perla, Taller Libertá en Mayagüez, y la Casa de la Plena Tito Matos, que continúa el legado del educador y plenero.
De igual manera, grupos como los Pleneros de la Cresta surgieron, en la última década, con el deseo de preservar nuestra tradición y continuar el legado de la música de protesta, una forma artística de expresar insatisfacción con el orden establecido. El grupo firmó un acuerdo con el municipio de Ciales recientemente para enseñar plena en un nuevo centro cultural. Al igual que estos, hay muchos otros proyectos a través del archipiélago y entre las comunidades boricuas en la diáspora.
Entender este contexto es importante para no idealizar a Benito Antonio Martínez Ocasio. Le quitamos la humanidad a las personas cuando las ponemos sobre un pedestal. Él forma parte de un legado de músicos, que están popularizando, preservando y evolucionando nuestra cultura. El resurgimiento de nuestra música típica ha sido el resultado de las contribuciones y el esfuerzo de muchas personas, más allá de las mencionadas aquí. Tomó tiempo, amor a la patria y dedicación. Bad Bunny no resolverá el colonialismo en Puerto Rico. No debemos ponerle tanta presión a él ni a ningún artista, líder o individuo.
Aun así, las letras de su canción han penetrado en la conciencia colectiva de muchos boricuas y de personas de otras culturas.
“No, no suelte la bandera ni olvide el lelolai”, invita Benito en el aguinaldo moderno “LO QUE LE PASO A HAWAii”.
“Si mañana muero, yo espero que nunca olviden mi rostro y pongan un tema mío el día que traigan a Hostos”, expone en la pista de salsa “LA MuDANZA”, haciendo referencia a que Eugenio María de Hostos pidió que transfieran sus restos a Puerto Rico cuando alcanzara su independencia.
Me alegra que estas letras, sobre el deseo de preservar nuestra cultura y los deseos de liberación, resuenen a través del mundo. Pero las canciones, por sí solas, no crearán el país que anhelamos. ¿Queremos liberación? Esa responsabilidad nos toca a cada une de nosotres.
La política parece estar estancada. Pero no es por accidente: es por diseño. Aun ante obstáculos, la cultura de solidaridad y amor por Puerto Rico sigue en aumento. Estos sentimientos inspiran a comunidades a crear estructuras que nos dan vida. En Río Piedras, la junta comunitaria paralizó un proyecto que aceleraría la gentrificación; en Vieques, rescataron el parque de la ceiba centenaria y buscan hacerlo reserva natural; en la comunidad Mariana de Humacao, decidieron colectivamente crear un sistema de abastecimiento y almacenamiento de agua; en Caguas, lograron obtener la titularidad de un espacio rescatado para ofrecer comida y servicios de bienestar a la comunidad.
“Ojalá que los mío nunca se muden”, recita Bad Bunny en la plena DtMF.
Si ese sentir ha resonado a través del mundo, es porque el colonialismo y el efecto del imperialismo estadounidense es un fenómeno global. Un ejemplo es cómo la comunidad Palestina usó la canción como lamento colectivo para rememorar cómo era su tierra antes de la invasión y el genocidio del Estado de Israel. (Aunque sospecho que este himno resonaría más en esos lares si Benito hubiese hecho declaraciones en contra del genocidio. ¿Es mucho pedir?)
Aprecio a Benito porque veo su crecimiento a través de los años, y en su arte se siente el amor por la cultura boricua. Y hacia eso quiero que vayamos: a valorar más nuestra tradición, a crear arte que una a generaciones, a crecer, desaprender y aprender. La música nos permite conectar con el amor y con nuestra esencia; no es como los sistemas económicos y políticos que se nos han impuesto. Trasciende lo material y hasta lo individual.
Bad Bunny no puede resolver el colonialismo en Puerto Rico, pero tú sí. La descolonización se puede construir paso por paso con pequeñas acciones, que mejoren nuestro bienestar colectivo y garanticen nuestro derecho a permanecer en este “Archipiélago Perfecto”, como nos lo demuestran las comunidades que cubrimos en 9 Millones y como Benito —y otros— nos exhortan cuando le cantan a la patria amada.