Comunidades lideran la restauración costera en San Juan
Entre el mar y el humedal, iniciativas ciudadanas lideran la restauración ambiental de sus comunidades, sin estar faltas de limitaciones
Este artículo se publicó gracias al apoyo del Caribbean Climate Justice Journalism Fellowship, una iniciativa entre Climate Tracker y Open Society Foundations.
Al recorrer la avenida Isla Verde, a pocos minutos del Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín en San Juan, puedes sentir la brisa y el olor a agua salada. Aunque sabes que la playa está cerca, una muralla de edificios, a lo largo de 3 kilómetros de carretera, te impide ver el mar. Al llegar a Punta Las Marías, hay un bosque costero con uvas playeras, almendros, pinos, palmas e icacos, que resiste el desarrollo desmedido. Estos casi cinco acres de bosque son una ventana al mar, un proyecto de conservación que permite visualizar cómo lucía antes toda la costa.
La restauración ambiental es el enfoque de organizaciones como la Coalición para la Restauración de Ecosistemas Santurcinos (CRES), la entidad que sembró plantas nativas para recuperar el bosque en Punta Las Marías.
En la medida en que Puerto Rico se comenzó a urbanizar —en la década de 1940—, se levantaron construcciones costeras, que obstruyeron la vista, el acceso y el disfrute del mar. Avenidas, así como el desarrollo hotelero y residencial, cubrió de cemento lo que antes fue un palmar. El terreno que adoptó CRES, irónicamente, es de las pocas áreas verdes que aún quedan en Isla Verde.
CRES restaura la costa mediante dos métodos: las medidas de adaptación y las soluciones basadas en la naturaleza. La adaptación implica, por ejemplo, crear rompeolas con piedras o gaviones para contrarrestar la erosión, mientras que a las soluciones naturales se les conoce como infraestructura verde, e implican la siembra de plantas nativas. Este tipo de “infraestructura verde” promueve la geoterapia: que la gente pueda usar la tierra como remedio terapéutico y de sanación, dijo la directora ejecutiva de la organización, Yvette Núñez Sepúlveda.
“De lo que estamos hablando es de justicia climática para la gente, sin necesidad de una inversión de millones de dólares en mucha maquinaria pesada, que es innecesaria”, amplió la planificadora de profesión.
En 2023, la organización y sus voluntarios sembraron 1,200 plantas, para reforestar progresivamente el bosque costero de Punta Las Marías, según datos provistos por CRES. Además, lograron remover 20,000 libras de contaminantes de la playa, junto a 1,570 estudiantes y sus familiares.
CRES también orienta a las comunidades sobre su entorno costero y la importancia de la preservación. Núñez Sepúlveda explicó que los perfiles de playas y censos de especies de flora o fauna son un ejemplo de cómo los ciudadanos pueden recuperar espacios para el disfrute comunitario.
La autogestión comunitaria representa una alternativa a los altos costos del trabajo de restauración. “La idea es que las propias comunidades tengan el conocimiento de los beneficios que está teniendo el tipo de restauración que se está realizando. A veces, no hay necesidad de gastar grandes cantidades de dinero por parte de los gobiernos; la gente puede participar en estos procesos”, comentó.
Identificó como limitaciones la burocracia gubernamental y la criminalización de estos trabajos autogestionados en la costa. Las regulaciones les exigen tener permiso para sembrar plantas nativas en la zona marítimo terrestre. CRES solicita los permisos, según Núñez Sepúlveda, pero el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) demora en su aprobación, o sencillamente no los aprueba.
“Nos reunimos con las juntas de condominios de Isla Verde diseñando la restauración de las dunas de más de una milla de costa, pero sin los permisos, no podemos hacer los trabajos”, puntualizó.
Uno de los proyectos de restauración de dunas, gestionado por CRES, se realizó con la Junta de Directores del Condominio Playablanca en Isla Verde. Desde 2017, las consecuencias de la erosión costera comenzaron a tocar sus puertas: por la falta de dunas cerca de la costa, la arena se acumulaba cerca del condominio y no permitía cerrar los portones de acceso. Esto creó un problema de seguridad, y al contactar al DRNA, entendieron que necesitaban la ayuda de una organización con peritaje en la restauración de áreas ecológicas.
Por tal razón, la comunidad comenzó a colaborar con CRES y la organización Arrecifes Pro Ciudad para restaurar las dunas de la playa y reforestar el área con plantas nativas. A 6 años desde que comenzaron, lograron restaurar algunas de las dunas y reforestar parte del área. Sin embargo, no han podido mantener el área porque el DRNA aún no ha brindado el permiso necesario para mover arena y sembrar árboles.
Según Antonio Marrero, expresidente de la Junta de Directores del Condominio Playablanca, siempre contaron con permisos de la DRNA, pero desconocían que caducaban y debían renovarse. En su visita al área, algunos funcionarios de Recursos Naturales felicitaron a la comunidad por su proyecto autogestionado, pero aún no han respondido a la solicitud de permiso nuevo que la Junta envió hace un año, el 6 de septiembre de 2023, indicó.
Sin esta autorización, organizaciones como CRES no pueden realizar sus labores sin arriesgar exponerse a multas o querellas por parte de agencias gubernamentales.
Reviviendo los ecosistemas costeros de San Juan
Desde hace diez años, CRES apoya a las comunidades en el antiguo pueblo de San Mateo de Cangrejos —que comprendía desde Loíza hasta San Juan— con limpiar los cuerpos de agua, así como con reforestar manglares y árboles costeros, especialmente, en sectores como Playita. “Hay impactos de basura que reciben estas comunidades y que no les pertenecen… Reciben todos los desechos de las áreas urbanas; todas las aguas residuales. No hay control ni respeto al agua aquí, en ese espacio, y es que las comunidades que están ahí son comunidades desfavorecidas”, abundó Núñez Sepúlveda.
Una de las comunidades en esta área es la Península de Cantera, ubicada en el sistema de lagunas y canales naturales, así como en parte del humedal más extenso del archipiélago puertorriqueño, conocido como el Estuario de la Bahía de San Juan.
La Península de Cantera tiene más de 7,000 habitantes, y se compone mayormente de mujeres jefas de familia con sus hijos, y adultos mayores. El 74% de su población se encuentra por debajo del índice federal de pobreza, según el Censo de 2012. Según informes de la Corporación para el Desarrollo Integral de Cantera, varios de sus sectores aún carecen de acceso a servicios esenciales, como lo son la energía eléctrica y el agua potable.
El Programa de Monitoreo de Calidad de Agua, gestionado por Voluntarios del Estuario de la Bahía de San Juan, demuestra que la calidad del agua de los ríos y quebradas, en la cuenca estuarina, contenía desechos y contaminantes como coliformes fecales, enterococos, aceites y grasas, en muestras tomadas entre 2008 y 2018. El impacto a la calidad del agua responde a la descarga de aguas usadas y sin tratar, que reciben a diario.
Sin embargo, la comunidad ha impulsado iniciativas para administrar en conjunto la reserva natural. El director del programa de Apoyo Empresarial para la Península de Cantera, Carlos García, explicó que trabajan en un proyecto de ecoturismo comunitario bajo el nombre de Expediciones Península.
“El recorrido interpretativo se basa en el patrimonio natural, histórico y cultural de esta zona, entiéndase la flora, la fauna, el desarrollo de la comunidad, esa parte histórica y social de las dinámicas de las comunidades, cómo se establecieron estas comunidades, el valor de las aves y la conservación de los mismos hábitats”, explicó García.
La restauración trae también beneficios para el desarrollo económico de la comunidad. “Es un lugar maravilloso con recursos naturales excelentes. Queremos envolver a nuestra comunidad… Seguir moviéndonos a ser una comunidad resiliente y autosuficiente”, explicó Gertrudis Calderón, líder comunitaria, nacida y criada en Cantera. El grupo ambiciona con desarrollar un café restaurante y salón audiovisual, que sea administrado por el Consejo Vecinal.
CRES colabora, además, con Cantera en proyectos como el huerto comunitario Bravos de Boston, y en actividades como las limpiezas de costa, las ferias ambientales y un mariposario para conservar la mariposa monarca.
Cantera es solo un ejemplo de las comunidades a las que CRES apoya con los recursos y conocimientos necesarios para que cuiden a sus ecosistemas locales.
“Trabajamos principalmente con educación. Para que las comunidades sepan, por ejemplo, cómo pueden trabajar un perfil de playa”, explicó Núñez Sepúlveda. Los perfiles de playa intentan medir la inclinación y el ancho de una playa. Este proceso muestra cómo la costa está erosionando o cómo aumenta la marea. CRES toma fotografías y videos e identifica las aves marinas, para así fortalecer estos esfuerzos.
“Realmente, creo en empoderar a las personas con las herramientas adecuadas, que siempre son herramientas basadas en conocimiento natural: que observemos lo que hay a nuestro alrededor; cómo funciona, cómo funciona mejor y cuándo ha estado en su mejor momento. Observar el ecosistema e interactuar con el ecosistema; apostamos por esa conexión. Aprender a través de la experiencia”, expresó Núñez Sepúlveda.
Restauración de arrecifes liderada por la comunidad
Como parte de su trabajo, CRES colaboró con Arrecifes Pro Ciudad para identificar y restaurar el arrecife de San Juan, que es hoy el arrecife metropolitano y urbano más extenso en Puerto Rico. “Eso está muerto”, les dijeron inicialmente algunas personas. A través de fotos, vídeos, puntos de geolocalización y censos de peces, comprobaron que allí hay un hábitat para decenas de especies de flora y fauna, explicó Núñez.
La organización ha usado la técnica “Biorock”, que usa materiales metálicos y un cableado eléctrico de bajo voltaje, para aumentar los minerales y estimular el crecimiento de los corales. Esta técnica ha logrado que el arrecife reduzca la fuerza de las olas en la playa, favoreciendo la acumulación de arena. La regeneración de los corales protege también a las comunidades costeras para que sean más resistentes a los temporales y evita el aumento de erosión en las playas.
Precisamente, CRES ha estado trabajando —junto a Arrecifes Pro Ciudad— en el diseño, manejo y restauración de las dunas de Isla Verde, y en la protección de los nidos de tortugas. Las dunas funcionan como barreras naturales ante eventos climatológicos, y son hábitat de especies vulnerables o en peligro crítico de extinción.
“Nuestro objetivo no es solo restaurar las dunas, sino crear un modelo de gestión costera sostenible”, explicó Núñez Sepúlveda. A través de sus esfuerzos, no solo restauran el hábitat para la vida silvestre nativa, sino crean también un espacio de recreación y disfrute para los residentes locales. Hasta ahora, el proyecto ha logrado reintroducir vegetación nativa y estabilizar las dunas de arena para evitar la erosión, lo que ha atraído a las tortugas a usar nuevamente esta playa como zona de anidaje.
CRES participa, a su vez, en el huerto y vivero comunitario Bucaré Urban Garden, ubicado a pasos del bosque costero. Allí, se siembran y crecen las especies de plantas, que luego se trasplantan en el bosque. Originalmente una casa en desuso, fue cedida por una familia, hace 20 años, para que se pudiera utilizar como huerto por la comunidad. También, ha sido el espacio de gestión de CRES durante los últimos 10 años.
Sin embargo, el trabajo de CRES no se limita a Santurce, Cantera y Punta Las Marías. Núñez Sepúlveda enfatizó el papel de la colaboración en sus esfuerzos, llamando imprescindibles a asociaciones con grupos comunitarios y voluntarios internacionales. De esta forma, CRES apoya la reforestación de árboles nativos y endémicos en la costa de otros municipios, como Yabucoa y Guayanilla.
En la isla de Culebra, colaboran con la organización Mujeres de Islas en proyectos comunitarios de compostaje y en iniciativas de educación agrícola natural. En solo un año, lograron desviar de los vertederos 15,000 libras de materia orgánica de 21 comercios cercanos a una escuela rescatada donde trabajan. Este programa piloto se mantiene desde hace cinco años. También, crearon un jardín de mariposas para la comunidad.
“Hemos trabajado mucho la agricultura natural o ancestral. Allí, se han llevado muchas semillas ancestrales como la yuca”, explicó Núñez.
“Muchas veces incluimos en estas conversaciones a las personas mayores de la comunidad, porque tienen mucho conocimiento de las plantas, los problemas y los resultados. Es una educación que no es solo de nuestra parte, sino que también se da en el compartir conocimientos con las personas con las que nos sentamos a hablar”, enfatizó Núñez Sepúlveda sobre el proceso de aprendizaje colaborativo que llevan adelante con las comunidades.