Luego del 11 de julio, ¿qué ha cambiado en Cuba? Parte I
Nota editorial: Este artículo es parte de Consciencia Caribeña, una nueva sección de 9 Millones en donde analizamos y profundizamos en temas de otros países del Caribe. Lo hacemos para conocer y conectar con las islas vecinas porque las vemos como parte de nuestra historia. Además, enfrentamos retos similares y podríamos encontrar soluciones juntas.
El 11 de julio de 2021 miles de ciudadanos salieron a las calles de Cuba espontáneamente, en más de 60 localidades desde todas las provincias del país, para protestar por la incapacidad del gobierno de buscar soluciones a corto y largo plazo frente a la situación de crisis general. Estas fueron las mayores protestas sociales desde 1959.
Hubo reclamos legítimos de un pueblo agotado, disturbios, violencia policial y un saldo de cientos de detenidos, cuyas cifras oficiales aún se desconocen. Hubo también instigación y presiones desde el exterior y llamados al enfrentamiento desde el gobierno. Participaron desde jóvenes hasta adultos mayores, sobre todo de los barrios más humildes. Las motivaciones y las peticiones fueron distintas, pero el denominador común fue el cansancio y el descontento popular ante la incertidumbre que viven los residentes de Cuba.
A un mes y medio de estas demostraciones han quedado claros sus principales saldos: la ineficiente gestión del gobierno para solucionar problemas de la vida diaria ha tenido un coste político local e internacionalmente.
Las demandas de las calles no han sido cumplidas. Desde entonces han sido aprobados un grupo de medidas y regulaciones— aunque el gobierno declara que no están directamente relacionadas con las manifestaciones— que intentan prevenir que algo semejante vuelva a ocurrir. Sin embargo, las causas de base, que son sistémicas y añejas, permanecen; aunque agravadas por la pandemia.
Un sistema en crisis: mirada a las causas internas de las protestas
La llegada de la pandemia de COVID-19 a Cuba ha puesto en jaque a dos de las principales fuentes de ingresos externos: el turismo y las remesas (dinero enviado por familias en el exterior). También ha sacudido, de forma significativa, a otros sectores importantes para el desarrollo nacional. Pero no ha sido la pandemia la causa fundamental del desabastecimiento y del incremento de la vulnerabilidad en grandes sectores de la población cubana.
En palabras del reconocido economista cubano Juan Triana Cordoví, la actual situación se puede sintetizar como “economía en decrecimiento, (…), con una situación crítica en su balanza de pagos y un déficit secular de su balance de bienes”. Para Triana, la economía cubana padece también de un sistema de precios deficiente, que no contribuye a la eficiencia, la productividad y la innovación, a lo que se suma el muy poco acceso a crédito internacional.
Para tratar de revertir esa situación, desde enero de 2021, el gobierno cubano comenzó la llamada “tarea ordenamiento”. Esta se proponía un aumento de los salarios estatales y la eliminación de la dualidad monetaria— dos monedas nacionales y cuatro tasas de cambio distintas. Todo esto paralelo a una creciente dolarización de la economía nacional con la apertura de tiendas en divisa —en un inicio solo para productos de gama alta— que hoy venden casi todos los productos de primera necesidad.
La implementación del “ordenamiento” ha sido caótica a pesar de que se ha estudiado por más de 10 años. Los salarios se multiplicaron por tres y el costo de la vida por cinco o más. El salario mínimo se fijó en 2,100 pesos al mes (unos $87 USD al cambio oficial y unos $35 USD en el mercado informal, el único que tiene disponibilidad de divisas). Ahora los trabajadores ganan más dinero, pero pueden obtener menos productos y servicios.
La vivienda es otra deuda pendiente. En 2017 el gobierno calculó que el déficit habitacional era de 929 mil hogares, el 39% de las viviendas del país se encontraban en regular o mal estado y 854 edificios (696) se encontraban en estado crítico.
En algunas comunidades el acceso al agua potable también es un problema. Se puede acceder a ella solo con frecuencias alternas en la semana y en algunos casos dependen de carros cisterna. Lamentable situación, si tenemos en cuenta que en 2015 la directora del Instituto de Recursos Hidráulicos declaró que el 50 % del agua bombeada por el sistema nacional hidráulico se perdía por roturas de las tuberías.
Además, la escasez de combustible y el deficiente estado del sistema eléctrico provocaron en los últimos meses unos cortes de electricidad programados de entre cuatro y seis horas diarias. Esta situación recordaba los peores momentos de los años 90 en el país.
Por otra parte, aunque el Estado destina más de 20 millones de pesos a subvencionar alimentos para más de un millón de personas que reciben dietas médicas, personas embarazadas, niños con déficit nutricional, entre otras personas vulnerables; en la práctica, para comprar alimentos las familias tienen que hacer largas filas o recurrir al mercado negro.
“La dieta del hogar cubano medio es pobre en micronutrientes y no es lo bastante saludable ni variada debido a una disponibilidad de alimentos nutritivos reducida e inestable, a factores socioeconómicos y a unos hábitos alimentarios inadecuados”, según el plan estratégico (2021-2024) del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para Cuba.
Lo mismo ocurre con los medicamentos. La industria biotecnológica cubana es prestigiosa, lo demuestra la formulación de las vacunas contra la COVID-19, Abdala y Soberana, y varios candidatos vacunales. Sin embargo, BioCubaFarma, la empresa rectora de la producción y comercialización de todos los medicamentos, admitió en julio de 2020 que 139 de los 619 medicamentos que conforman el cuadro básico cubano, no estaban disponibles por problemas en su producción. Hay además una falta de analgésicos, antibióticos y antipiréticos ya que las fronteras están prácticamente cerradas y muchas familias solían recibir medicinas de amigos y familiares en el exterior.
La gota que desbordó el vaso fue el colapso del sistema médico ante la COVID-19. Hasta el 12 de abril de 2021, a poco más de un año de la pandemia en el país, habían fallecido 467 personas y se habían diagnosticado 87,385 casos. Solo cuatro meses después, el 12 de agosto, la cifra alcanza los 3,842 fallecidos (7.2 veces más) y se confirman más de 500,216 casos positivos (6.7 más). Estos números han seguido creciendo y en el último mes han fallecido entre 65 y 95 personas cada día.
En los últimos días se han incrementado los reclamos por la ausencia de oxígeno medicinal. “El sistema de Salud ha estado presentando limitaciones con la cobertura de oxígeno medicinal para la atención a los pacientes, a partir de una avería que ha sufrido la principal planta productora de oxígeno del país”, declaró el 15 de agosto el Ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda.
Cambios en los protocolos médicos ante la falta de camas en los hospitales, largas filas para realizar una prueba diagnóstico, falta de espacio en los centros asistenciales y en las terapias, agotamiento del personal médico, equipos médicos insuficientes han situado a las familias cubanas en una situación desesperada. Videos de personas que mueren ante la ausencia de insumos y tratamiento médico abundan en las redes sociales.
Estas son las razones principales por la cual una variedad de personas participaron en las manifestaciones que comenzaron el 11 de julio. ¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno? Lee la segunda parte de este artículo (se publicará el domingo 12 de septiembre) para conocer cómo respondió el gobierno de Cuba.
Esta historia se hizo en colaboración con el medio independiente, cubano elTOQUE, una plataforma multimedia independiente enfocada en contar Cuba en su diversidad, compleja, creativa y también a veces dolorosa u oculta.
Yery M. García es periodista y consultora de comunicación para el desarrollo. Licenciada en Periodismo por la Universidad de la Habana y máster en Artes, Media Practice for Development and Social Change por la Universidad de Sussex (Reino Unido). Editora de Audiencias, Monitoreo e Impacto del medio cubano el Toque, Miembro de Red de Politólogas. @RedPolitologas
Jessica Dominguez Delgado es editora del medio independiente cubano 'elTOQUE'. Licenciada en Periodismo en 2014 y educadora popular. Enfocada en el periodismo de datos, las visualizaciones interactivas y el periodismo de investigación, sobre las áreas de política, participación popular y ciudadanía. Ha colaborado con medios digitales como 'Progreso Semanal', 'Periodismo de Barrio', 'Postdata', 'Distintas Latitudes' y 'Connectas'. Es también miembro de la Red Latam de Jóvenes Periodistas.